martes, 16 de junio de 2009

Las Señoritas de Rochefort. 3: Deconstruyendo a Descartes

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(Entrevista imaginaria con Jonathan Rosenbaum a partir de Not the Same Old Song and Dance, su estudio sobre Las Señoritas de Rochefort en el libro Essential Cinema. Traducción y transposición por Pablot)
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Prólogo. Parte 1. Parte 2 . Parte 3 . Parte 4 .


- En Las Señoritas de Rochefort los espectadores todo el tiempo estamos deseando que los enamorados finalmente se encuentren y por eso sufrimos un poco. ¿No flota una sensación pesimista en el ambiente?

- Aun cuando Las Señoritas de Rochefort es, bajo todo punto de vista, el film más optimista de Demy, el único en que cada personaje finalmente encuentra a quien ha estado buscando, los contactos fallidos que preceden a esta resolución son incesantes, y uno aun puede quedarse con un sentimiento de desesperanza a pesar del sobredeterminado final feliz.
De hecho, el segundito por el que antes de marcharse definitivamente Maxence pierde la posibilidad de cruzarse con Delphine en el café, bien podría ser el mayor momento trágico de todo el corpus de Demy, acaso sobrepasando al suicidio del final de Un Chambre En Ville. En contraste, cuando la “pareja ideal” sí finalmente se encuentra – una situación sólo representada oblicuamente en la toma final del film -, resulta una simple concesión a las convenciones de la comedia musical, registrándose sólo como una especie de ligero arreglo de postdata; porque lo que reverbera de manera más decisiva es la sensación de que los sueños simplemente perdieron la ocasión de concretarse.

- Sí, una sensación ambigua de plenitud y tristeza melancólica.

- De hecho, la totalidad de la película lo deja a uno en un único estado maníaco-depresivo, una especie de fuga poética en la que la desesperación sin límites y el exuberante optimismo coexisten. Ésta es la visión de Demy sobre la vida – Lola y Los Paraguas de Cherburgo están rellenas de la misma mixtura -, pero gracias a la optimista partitura de Legrand y al tamaño del lienzo, Las Señoritas… la transmite con una vibración y una luminosidad sin paralelo.
Si las danzas y las canciones representan la fantasía y las actividades cotidianas la realidad, no puede decirse que Demy alguna vez privilegie una sobre otra; él está más interesado en cómo fantasía y realidad interactúan o fallan en interactuar.
Uno podría decir que los contactos frustrados en la película representan la realidad – los personajes están demasiado enajenados por su vida cotidiana como para ver que sus sueños más preciados son obstaculizados o algo así -, y que los eventuales contactos exitosos representan la fantasía, la ensoñación que cierra las comedias musicales. Pero en realidad Demy es un dialéctico mucho más sutil, al convertir el principio cartesiano de la vida y cultura francesa “pienso, luego existo” a “sueño, y soñar es parte de la vida, por consiguiente: vivo”. Y esto Demy lo refuerza al colocar deliberadamente todos los números musicales en locaciones reales más que en sets o en estudios, llegando a un resultado en el que las conexiones fallidas entre los personajes se dan tanto en función de la mise en scène como de los encuentros casuales.
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- Usted escribió que, en este sentido, Demy es tanto un realista poético como un soñador. Tal vez esa imposibilidad de encasillarlo en una sola etiqueta incomodaba, ¿no cree?

- Demy confundió a ciertos críticos y públicos a lo largo de su carrera, tanto como lo hizo su mentor Tati, puesto que mantenía un pie muy firme en las realidades que filmaba, respecto de lo que varios estaban preparados para notar en esa época.
A espectadores acostumbrados a considerar a la fantasía como algo alternativo a la realidad más que como parte de la realidad de la consciencia, esta mezcla de Demy les termina pareciendo discordante, si bien también puede sacudirlo a uno el percibir una realidad mucho más rica de lo que la mayoría de los entretenimientos suele admitir.


- Volvamos un poco al trabajo conjunto entre Michelle Legrand y Jacques Demy para la plasmación de ese universo tan particular…

- Los encuentros azarosos y los contactos fallidos entre personajes son expresados no sólo espacial sino musicalmente en la banda musical compuesta por Legrand y en las delicadamente artesanales letras de Demy. La canción de Maxence sobre su búsqueda está replicada como canción de Delphine acerca de su propio vívido deseo; el relato de Simon Dame relativo a su amor perdido se transforma, con una apropiada alteración de su letra, en el lamento de la mismísima Yvonne por haberlo abandonado; el concierto de piano de Solange adopta letra luego de que Andy intercepta la partitura.


Muchas otras repeticiones son menos obvias que éstas. La canción que suena con la vigilancia policial de la multitud, por ejemplo, replica y agrega letra al tema secundario del número danzado en el comienzo del film situado en la plaza de la ciudad. Ambas secuencias enfatizan la preeminencia de lo comunitario sobre el destino individual: aquí, como en cualquier otro momento del metraje, Legrand y Demy enriquecen el sentido de otras escenas al jugar con los efectos emocionales y temáticos de la rima.


Prólogo. Parte 1. Parte 2 . Parte 3 . Parte 4 .
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