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Por: Rody
Y bue..., veamos una del BAFICI
(a.k.a. La abundancia nos hace conservadores)
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Éramos tres recorriendo la boliferia.
Por un lado, un traficante de folklore balcánico semi-exiliado en Europa con manos rebosantes de DVDs truchos recién comprados (restringido, el pobre, a una cierta legalidad europea con nuevo analfabetismo informático: ¿torrent? ¿rapidshare? ¿lo qué?), y por otro, un arquitecto desempleado y yo, un poco más recatados a la hora de las compras.
Los tres señalándonos mutuamente imperdibles joyas que “no podés dejar de ver”, los tres desoyendo recomendaciones y comprando sólo aquello que estaba previamente en nuestras enfermas mentes de coleccionista.
Amigos al fin, nos sentimos obligados a explicar por qué desoíamos nuestros mutuos consejos.
“Es que tengo una pila así de grande - decía uno, separando la mano de la mesa de ofertas del puestito de DVDs – de películas que tengo que ver sí o sí.
“Y una pila así – alejando aún más la mano de la mesa – de películas que me gustaría ver o volver a ver.”
“Y no me da el brazo para las que ya están apiladas y sé que nunca podré ver, por lo menos no en esta vida.”
Es que la abundancia nos hace conservadores a la hora de probar cosas nuevas.
Con ese espíritu encaré el BAFICI 2010.
Pero siempre hay un motivo para ir al BAFICI. Compartir una salida con mi amigo Pablot, el más importante; respirar el espíritu del festival, encontrarme con amigos y conocidos que tal vez sólo pueda ver allí, sentirme partícipe de un evento cultural que se ha convertido en un clásico y así por el estilo. Pero ninguna de esas razones es ver cine que, en mi caso, pasa a ser un hecho secundario.
Y entonces vamos y vemos Yellow Kid, una precaria película que juraría fue hecha por un estudiante de alguna escuela de cine japonesa para recibirse y que consigue, con las pocas herramientas con las que cuenta - espero que el pésimo sonido haya sido más un problema de los expositores argentinos que del sonidista japonés - transmitirnos una cierta angustia existencial de post-adolescente nipón y suburbano.
Al otro día, de vuelta en casa, me di una panzada volviendo a ver dos películas que hacía más de 20 años no veía: Easy Rider y Out of the Past, y mientras me bajaba de AvaxHome la música de Steppenwolf - por favor, no dejen de escuchar el tema "The Pusher", con especial atención a la letra, que es parte de la banda sonora de la de Dennis Hooper -, me dije: tengo ganas de repetir la experiencia del BAFICI, la de sentarme a tomar un café en el puestito de Havanna del Hoyts con Pablot (y Mogui y Gabi), charlar amigablemente sobre lo visto y ver pasar a la gente.
Ahora, en cuanto a ver cine, para novedad: lo clásico.
Lo escuchaba a Sergio Wolf, el ¿curador? del festival, hablando en la tele y diciendo que el BAFICI debe mostrar, mayoritariamente, hacia dónde va el cine.
Realmente no sé hacia donde esté yendo, pero si en esa dirección Jacques Tourneur va quedando más y más lejos, creo que me va a costar mucho poder seguirlo.
Si, ya sé, me estoy poniendo viejo.
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Sin duda, la atmósfera entusiasta y atolondrada que se respira en el Bafici - "¿era acá o en el Atlas Santa Fe?"; "¡no se pierdan el documental sobre los avioncitos de papel en China!" "¿a qué hora teníamos la coreana?"; "Uyyy...¡no llego!";etc - motiva, arma un alocado País de las Maravillas. Y compartir con amigos esa ventisca y el cafecito post proyección, sí, coincido, es lo más disfrutable.
ResponderBorrarDicho esto, no percibo una tajante división entre lo "novedoso" que allí se proyecta y lo que invocás como "clásico". Sin entrar en complejísimos debates, algunas pruebas:
Hace dos años se pasó I Walked with a Zombie de, justamente, Jacques Tourneur (en copia increíble, según me contaron),y disfrutamos juntos del doc sobre Val Lewton, su productor: The Man in the Shadows de Kent Jones. Asimismo, han sido frecuentes los Focos dedicados, por ejemplo, a John Ford o a Michael"Peeping Tom"Powell.
Igualmente, todo es "bajable", of course.
(¿Recordás, no obstante, qué placer cuando, cual estrategas prusianos, desplegábamos anticipadamente la grilla para elegir nuestro itinerario festivalero?)
Coda del comment:
El sábado pasado, Hoyts sala 10, volví a un Buñuel del ´69 que había visto hace más de 20 años, La Vía Láctea, que no es de sus mejores pero... ¡qué placer verla en buena copia en un buen cine!
Estoy 100 % de acuerdo con vos. Mientras escribía pensaba en como darle un toque estrictamente personal a mi falta de deseo por atragantarme con veintipico de entradas para la primera semana del festival como otrora y creí haberlo logrado contando mi estado de ánimo pre-BAFICI por contraposición a tu nota "Ante el Bafici".
ResponderBorrarPor el lado de lo que mayoritariamente debería mostrar el festival, según acota Wolf, no es que el cine ¿independiente? ¿arte? se esté yendo a la mierda, sino que va hacia un lado al que por un lado me cuesta y por otro no me dan muchas ganas de seguirlo.
Por supuesto que en más de 400 películas hay de todo, y uno puede hacerse un festival (iba a poner mini, pero en realidad puede ser tan maxi como uno quiera) propio dedicado al “nuevo cine argentino” o “una mirada a nuestros hermanos latinoamericanos” o “a documentar que se acaba el mundo” o “retrospectiva para cinéfilos con algún tipo de retraso” y así por el estilo.
Para justificar la disminución de mi deseo en armarme un festival propio en alguna de estas vertientes, debo citar algunas cosas que omití en la nota, a saber: lo bajable de dichas películas, como bien acotás en tu comentario, junto con el LCD 42” HD, el home theatre, las copias impecables con sonido 5.1 y, fundamentalmente, mi creciente fobia.
Pero, por favor, que haya 100 BAFICIs más y así cuando nos jubilemos podamos sentarnos en los bancos del hall central del Abasto a tirarle pochoclo a los cineastas quienes, en bandada aunque un poco asustados, se acercarán a comer de nuestras manos.