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Aquí todo está puesto en el lugar que le corresponde por ley dentro del sistema.
Pulcra, lustrosa, excesivamente esquemática, proyectar In the Shadows en las escuelas de cine serviría para ilustrar cómo se construye con precisión quirúrgica un relato noir: su argumento base (el tipo con códigos que sale de la cárcel y se propone un golpe), los ambientes mafiosos detrás de cada fachada, los personajes satelites y opositores respecto del protagonista, hieratismo alla Delon, pocas muertes estratégicamente colocadas, y una redada final con tiroteo conclusivo.
El problema es que (siguiendo con la metáfora médica) en la operación se nos va el paciente.
Más allá de su diseño, a la película de Arslan le falta vida, con situaciones y gentes muy chatas, unidimensionales, sin el rico entramado social encontrable, por ejemplo, en los films de su coetáneo Christian Petzold.
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Nada especial, pero en un packaging tan refulgente como el capot de un auto nuevo.
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