miércoles, 24 de marzo de 2010

Apostillas a La Isla Siniestra

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Hago un mea culpa.
Parte de la indiferencia que me produjo La Isla Siniestra tuvo que ver con la maldición de haber visto demasiadas películas, al borde de predecirlas.





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Si una comienza con un barco dirigiéndose a un instituto psiquiátrico y muestra al protagonista vomitando, lavándose la cara una y otra vez mientras se exhorta al espejo con un “¡componte!”, pues ¡elemental , Watson!: el tipo ya está loco o se confrontará con sus miedos personales y luego enloquecerá.

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Jugando a compararla con Shock Corridor (Samuel Fuller, 1963, USA):






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1) Ambas acompañan la inmersión del héroe en la locura, pero la de Fuller, potente clase B, narrando las peripecias de un reportero ambicioso que en pos de un Pulitzer se finge loco y se hace internar para descifrar un asesinato, nos sumerge en ella agarrándonos del cogote. Realismo con toques expresionistas e iluminación contrastada bien de cine negro al servicio del lugar donde nos quiere llevar. Un relato al que no le sobra media secuencia que, afortunadamente, carece del manierismo autoconciente del de Scorsese.

2) Cada vez que evoco ese nada envejecido film de los 60´s , me vienen a la cabeza al menos tres o cuatro momentos inolvidables: cuando el protagonista se mete en el pabellón de unas peligrosísimas ninfómanas; la melodía silbada del sureño a quien le lavaron el cerebro por partida doble (los comunistas en la guerra de Corea y los americanos cuando lo trajaron de vuelta) e imagina ser un General Confederado de la Guerra de Secesión; el vehemente discurso racista del tipo vestido de Ku klux Klan que, al sacarse la capucha, resulta un...¡negro!; el físico-matemático ex desarrollador de bombas atómicas jugando a las escondidas como un nene de seis años...
Había otras que, si esforzara un poco mi memoria, aparecerían (¿los sueños del protagonista eran en colores?)
En cambio, habiendo visto La isla siniestra hace apenas algunos días, sólo se obstina en persistir la imagen de la vieja que le hace un ralentizado "shhh..." silencioso a Di Caprio cuando ingresa al jardín hospitalario.

3) Mínimo, y con un espíritu crítico a prueba de obsecuencias, Shock... hablaba del maccarthismo, de la paranoia nuclear y de las tensiones raciales, en la mismísima época en que todo eso acontecía. Una película valiente e incomodante que bajo la forma de un thriller aludía a la Guerra Fría y al rol lunático de EEUU.
(Mientras lograba eludir la censura por el solo hecho de adscribirse, por condiciones de producción, a una periférica clase "B" de films baratos que pasaban debajo del radar)
La Isla..., si remite al mundo, todo lo que dice de él es que, bueno, esteee... que nada-es-lo-que-parece. Una declaración posmoderna que no estimula ni las neuronas ni las discusiones (o sea: muy conservadora).

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"¿You talking to me?"

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Hoy, en cualquier producto norteamericano mainstream, la psicopatía del héroe se da por sentada, casi parece un atributo natural. A fuerza de acostumbramiento genérico, la esperamos. Por lo tanto, se disfruta que Hannibal Lecter fagocite prójimos y que Jack Bauer siga torturando por supuestas buenas causas porque son, simplemente, action figures puestos en escenarios. Ya ni pasado les pedimos sino que redoblen sus apuestas.
En otra época, mucho antes de que estas codificaciones achataran al psicópata como personaje, uno de ellos me perturbó de verdad: se llamaba Travis Bickle, era un insomne ex veterano de Vietnam que, frente a la mugre de Nueva York y a su propia soledad, se desquiciaba y se ponía a hacer justicia (o algo así) por mano propia. Lo inquietante era que en su autoasunción como vengador la sociedad lo entronizaba como héroe y hasta se le volvía a acercar la chica de sus sueños (¡Cybill Sheperd joven!).

¡Cuántas cosas decía de su tiempo Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976,USA) a través de su trama!
Confronten aquel espejo frente al que De Niro profería su famoso monólogo alienado, con el que registra la descompostura de Di Caprio en La Isla Siniestra, y díganme después si el director que los colocó puede ser el mismo.
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2 comentarios:

  1. Pablot
    Cada vez que abro el blog, la gestalt de tu imagen es la de Superman. Ese libro rojo hace, a grandes rasgos de ícono "S", que contrasta con la remera azul indestructible.
    !!!Está bueno para un blog de cine!!!!

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  2. Gracias por desasnarnos una vez más! Como yo no tengo vistas tantas películas del género (de este ni de ninguno), por supuesto hay cosas que ni me entero, es decir, no tengo las distinciones para verlas.
    Y así, desde una mirada más ingenua las pelis me gustan o no, me parecen interesantes o no, me atrapan o no. La Isla Siniestra comenzó pareciéndome interesante, me aburrió en el medio cuando ya me estaba cansando el juego de detectives, me volvió a interesar cuando el guión da un giro y me dejó cierta intriga al final. No vi todas las "señales" que mencionás (ni siquiera las tengo incorporadas). En síntesis, no me cautivó, ni me disgusgtó. Pero es un placer aprender a leer el cine a partir de tus comentarios, aunque a veces nos "agúen" una simple sensación, que como vos siempre decís, en últimas es lo que cuenta.
    Gracias! (¿o debo decir "merci beaoucup" en la proximidad de mi partida a la France?)

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