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A menudo, como recurso de apoyo para capacitar a personas que interactúan en forma constante, uso sketches de los Monty Python.
Hay uno muy aprovechable para el tema de Negociación, con Michael Palin entrando a una oficina en donde hay que pagar para tener discusiones. Allí, él contrata una de 5 minutos con John Cleese en la que, luego de una desternillante progresión de absurdo lógico alla Lewis Carroll, le reprocha que sólo le está llevando la contra, y que “contradecir” no es “argumentar”, y menos “discutir”.
Otro, que utilizo como ejemplo palmario del poder de un selector de personal frente a quien entrevista – un rol de muchos asistentes a los cursos- lo tiene al pobre Graham Chapman sudando frente a un sádico Cleese que goza sometiéndolo a preguntas-trampa.
Empieza así: luego de saludarlo con un “buenos días” y recibir también, por consiguiente, el “buenos días” del candidato, lo interroga: “¿por qué me dice “buenos días” cuando sabe perfectamente que ya es la tarde?”
Por supuesto, el fin didáctico de todo esto es relativo y tirando a nulo. Sí, es cierto, oxigenan un poco el clima de “contenidos duros” que se manejan en una capacitación de desarrollo de habilidades corporativas específicas, pero la verdadera razón por la que coloco - o trafico- a los Python en ese contexto es muy distinta, personal.
Son una contraseña secreta, un guiño a otra parte mía permanentemente latente, la que considera, en convivencia esquizoide con mi condición de engranaje práctico del sistema, la futilidad del mismo.
Un recordatorio de que no somos muy distintos de aquellos pececitos de The meaning of life que iban ingresando al plano general de la pecera del gran restaurante para saludarse rutinariamente con un muy británico “good morning”, hasta que una sorpresiva red pescaba a uno y los demás se limitaban a compadecer al “pobre George”.
Entonces, mientras delante de ejecutivos me oigo pronunciar, por ejemplo, “Es necesario planificar acciones para lograr objetivos”, disfruto imaginando que un pie gigante dibujado por Terry Gilliam irrumpe desde arriba y nos aplasta a todos.
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Jajajajajaja! qué logradoooo!
ResponderBorrarY claro, es el tema central de tu blog (¿de tu vida también?): vivir dos veces, pero al mismo tiempo. Sería: vivir dos cosas superpuestas, porque por más fanta que le pongas, no logran mezclarase en armonía.
Casi me muero con la imagen del pie.
"Es necesario planificar acciones para lograr objetivos" Es tremendo, uno no sabe cómo hace, pero lo hace.
te imagino diciendo esa frase y me muero de risa! qué genial.
Buenísimo tu comentario. Cómo me han hecho reir estos "tipitons". En este momento tengo patente La vida de Brian, porque pude verla hace menos de dos semanas.
ResponderBorrarPero mejor aún lo que decís de tu trabajo.
Siempre me imaginé que muchos de los que laburan en grandes y serias empresas corporativas, tienen, al menos tres chances:
1) terminar ezquizofréncios,
2) terminar creyendo que el sistema en el que se mueven laboralmente es la vida misma,
3) como hacés vos, vivís dos veces: una en el laburo y otra donde poder desplegar tus alas aún mucho más que en tus capacitaciones.
Te mando un abrazo y editá lo que consideres si es que hay compañeros del laburo, jajajaja.
Abrazos.
Lo que pasa, Andrés, es que este espacio resulta para mí una especie de "más Platon y menos Prozac".
ResponderBorrarAbrazo!
Es muy comun, en los pasillos de la CNEA (mi laburo) cruzarse muchas veces con quasi-conocidos y saludarse repetidamente en cada una de esas veces.
ResponderBorrarPues bien, al llegar a la 3ra o 4ta vez del día, paro al saludado de turno y le cuento la escena de los peces repitiendo "good morning" en el retaurant de "The meaning of life" y me quedo mirando hacia arriba en espera de la mano del maitre que se llevará a uno de nosotros.
Creo que tengo que cambiar de medicación.