domingo, 11 de octubre de 2009

Sign of the Times

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Por: Norberto G.


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(A propósito de Tokyo Sonata de Kiyoshi Kurosawa)


Es increíble cuando los buenos films o libros captan el ambiente de una época más acabadamente que los ensayos o los artículos periodísticos, y es mucho más notorio cuando se adelantan a las consecuencias de un proceso antes que las mismas sean visibles socialmente. Esto pasa con Tokyo Sonata.

Para mostrar este punto hago un poco de historia sobre los procesos políticos y sociales de los últimos años en Japón.

Tras ser derrotado el país en la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia de los realineamientos de la guerra fría, con el apoyo de EEUU, Japón al igual que muchas de las economías de los países capitalistas entraron en un boom económico entre los años 50 y 80, mucho más este país que no tuvo que asumir los costos del rearme al quedar los aspectos militares en manos de los estadounidenses. En los 80 sobrevive una recesión como consecuencia de la caída de una burbuja inmobiliaria y financiera (quizás el primer signo de la crisis que hoy conocemos). La crisis continúa con intermitencias hasta que a mediados de los 90 Japón entra en una espiral descendente de crisis estructural. Desde el gobierno populista de Junichiro Koizumi (una especie de Menem Nipón) que mezclaba un discurso neoliberal en lo económico con posturas nacionalistas como venerar a los guerreros caídos en las guerras imperiales, los primeros ministros se suceden unos a otros sin solución de continuidad. Es preciso mencionar que desde la Segunda Guerra Mundial salvo unos pocos meses el partido de gobierno es el Partido Democrático Liberal, una agrupación de derecha que mezclaba un alineamientos sin fisuras con los EEUU junto con un esquema proteccionista, pensemos por ejemplo en el empleo de por vida que fue el signo más visible del capitalismo nipón aunque más no sea en el orden propagandístico.

La crisis en lo económico ha generado en el aspecto social un notorio desorden, desde la vida diaria a las representaciones de la autoridad y de la manera de percibir lo real, mucho más en la clase media pequeño burguesa que en una sociedad igualitaria (al menos desde el imaginario colectivo) representa para el Japón.

Despidos masivos, el fin del empleo de por vida, ollas populares son las signos más notorios de este proceso, y si bien miles de extranjeros y pobres japoneses quedaron sin trabajo en el inicio de la crisis es la legión de trabajadores de cuello blanco la que aparece representando el fin de la prosperidad de esta sociedad.

Ahora bien y después de esta larga digresión, ¿qué tiene que ver esto con el magnífico film de Kiyoshi Kurosawa?





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Como ya lo dijo Pablot - en La sorprendente última secuencia de Tokyo Sonata -, la historia es la de un jefe administrativo (la quintaesencia del trabajador de clase media) que pierde su trabajo al trasladarse el área administrativa a China y que, con el fin de no perder la autoridad como marido y padre, no comunica esta pérdida a la familia y continúa saliendo a hacer que trabaja, encontrándose a su vez con otros ex ejecutivos que comienzan a buscar trabajos temporarios o comiendo en ollas populares. Hasta aquí la temática del Empleo del Tiempo por ejemplo. Pero lo que hace a esta película diferente es como esta mentira afecta a una familia que ya viene con una crisis anterior.

La madre es una ama de casa que intenta mantener una apariencia de normalidad cuando sus hijos sufren por las carencias afectivas y materiales. El hijo mayor se enrola en el ejército de EEUU (una metáfora obvia sobre el Japón y la política del PDL) después de repartir volantes y vagar por una Tokyo que no le ofrece sino precariedad, en tanto que el menor quiere escapar de la mediocridad reinante a través de la música. El padre, a pesar de estar viviendo la crisis de una sociedad utilitaria que se desmorona, no le permite al hijo estudiar piano ya que no sirve, en su creencia, para progresar en la sociedad.

El padre, a pesar de negarse inicialmente a tomar trabajos precarios, termina yendo vestido de traje a un trabajo de limpieza de un shopping, increíble como a través de la actuación descendemos con Teruyuki Kagawa al infierno de la clase media, el hecho de ya no ser.

En muchas y muy buenas escenas se muestra la crisis del Japón, sólo como muestra basta una: el padre se pregunta en una olla popular junto a un ex ejecutivo desocupado por qué si ellos se adaptaron al Japón, el Japón no se adaptó a ellos, es decir el reclamo melancólico sobre el fin de un sueño compartido. Sin embargo me permito discutir con Pablot cuando él menciona que el materialismo histórico no permite analizar este film al menos no en los aspectos familiares.

Es precisamente en el aspecto familiar donde la crisis de representación social se hace más presente, especialmente en la historia del hijo menor.

El niño roba el dinero que la madre le da para pagar el comedor escolar para de manera clandestina pagarse las clases de piano. El padre cuando descubre el engaño lo castiga duramente enviándolo al hospital, allí al salir de su comparecencia en una imagen potente por su significación futura salen los tres caminando pero mientras la madre abraza el niño el padre, a dos pasos de distancia, siente su desamparo y la culpa de lo que ha hecho.

Para el final una de esas escenas que como bien dice Pablot es para dejar en cualquier antología del cine, no voy a contarla ya que lo hace de manera impecable nuestro amigo , pero sí señalar que esta vez será el padre quien abrace al hijo.

Si esta película es tan fuerte para cualquier espectador fuera de Japón, con una llegada tan clara a nuestros sentimientos, es porque en muchos lugares como en nuestro país sentimos cómo las crisis desmoronan representaciones sociales, cómo la autoridad patriarcal depende tan lábilmente de un trabajo que se pierde, cómo nos esforzamos en repetir conductas que ya no son utilitarias al menos desde la retribución monetaria y cómo en medio de la caída se intenta mantener una estabilidad a todas luces ilusoria.


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Pero es en la historia del hijo menor donde aparece la esperanza, en medio de la debacle él se aferra a otro tipo de respuesta, la de la música y lo creativo en contra de una rutina despiadada que hace infelices a sus protagonistas. Presenciamos cómo esa respuesta lleva a sus padres a una perspectiva más humana y sensible.

Para terminar: el PDL, partido de gobierno consuetudinario del Japón, fue arrastrado a la derrota más estrepitosa de su historia y, más allá de los alcances reales del cambio, mientras vemos cómo el Japón también intenta otro futuro, la crisis arrastra consigo a las representaciones familiares.
Lo maravilloso es cómo en Tokyo Sonata esto no es un discurso guionado sino una potente historia llena de claroscuros y ambigüedades.
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2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu reseña la verdad, sobre todo ese análisis completísimo (y certero) que haces de la sociedad japonesa, de los fantasmas de la segunda guerra mundial, del sistema capitalista tan peculiar en japón...

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  2. Muy buena la contextualización de la película, Norberto! Entender por qué se llegó a un Japón que parece lejano a nuestra realidad, y sin embargo, ¿cuántos padres de familia de estas latitudes sudamericanas han pasado por lo mismo? Con costumbres, tradiciones e historia diferentes, sin embargo esa sensación de que el control no se puede perder es muy fuerte, allá y en todas partes. Y que de alguna manera, es el sistema, -ese sistema idiota en el que muchos han caído, creyendo haber llegado al paraíso- el que te deja afuera y te dice: "no sos nadie!".
    Por eso me encantó esta peli, porque en medio de tanta basura, el arte y el amor es lo único que rescata a unos personajes que parecen insalvables, al borde del desastre total. Una vez más... la "cordura" parece venir mucho más de adentro que de afuera. A fortalecerse amigos!Sigamos viendo y comentando pelis, y soñando con mundos posibles.

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