. Desde las columnas en Página 12 que suele usar como púlpito, José Pablo Feinmann, con su prosa llevadera y siempre con algo de rencor a cuestas, arremetió ayer, no muy lateralmente, contra aquellos que gustan de un cine distinto al que él considera Cine.
Una pena su beligerancia. Disfruté mucho, hace algún tiempo, de los ensayos de su libro "Pasiones de Celuloide": una declaración de amor a las películas que mamó, a las stars inalcanzables (imposible no pensar en Manuel Puig) y, en especial, al cine narrativo.
Más, sus ensayos fasciculares sobre filosofía que iban apareciendo los domingos - en letra chiquita y aún antes de recopilarse en tomo - entregaban un punto de vista que, por los recortes que decidía hacer, por el lugar a determinados pensadores, y por el entusiasmo con que propiciaba leerlos, me increpaba productivamente hacia la revisión de dogmas propios.
Nada de esto viene ocurriendo últimamente en sus artículos.
Está claro y no es en absoluto reprochable su preferencia por el cine clásico norteamericano; Ford, Hawks, Walsh (sólo por mencionar los de la nota publicada), un cine narrativo que cuenta historias y que sentó una manera de desplegar relatos sobrio, sugerente, altamente codificado, probablemente insuperable. Un gusto igualmente detectable en sus guiones para "Últimos Días de la Víctima" o para "En Retirada" (¡ ésta merece una nota al pie! (1)).
Pero, he aquí la cuestión, con la excusa del pase en el Festival de Berlín de "El Ocaso de los Cheyennes", Feinmann vuelve a sentar su binarismo irreductible, oponiendo un Nosotros - léase Saccomano y él - descubridores reales y disfrutadores en catacumbas de este tipo de cine en los ´60, a supuesta contracorriente de los Bergmans y Antonionis que consumía la mayoría, los intelectualosos Otros.
La falacia de la exclusión: dos trincheras, unos u otros, igual que cuando habla del conflicto con el campo, o cuando alude con sorna a la gente de la Facultad de Filosofía y Letras de Puán llamándolos "iluminados" (¿porque no leen sus libros?).
Poniéndose en el lugar de reivindicado por la Historia, quiere interpretar el pase festivalero como un elogio a su temprana clarividencia respecto de los valores del film. No como los de la "densa, muy densa movida de la cinematografía y la crítica nacional(...)" que se dedican a un cine distinto - al que ningunea - y, eventualmente, "redescubren" clásicos como el de Ford.
En esta línea, no parece estar dispuesto a aceptar, tampoco, que muchos disfrutamos de todo tipo de cine, sin pertenencia a bandos. Raro, teniendo en cuenta sus frecuentes menciones a la dialéctica hegeliana...
Cuando era chico, iba con mi viejo al cine Renacimiento, en la calle Lavalle, para morir de placer con "El Halcón y la Flecha", o con "El Pirata Hidalgo", lo cual significaba Tourneur y Siodmak dirigiendo, los acrobáticos Burt Lancaster (pre Visconti) y Nick Cravat deleitándonos; películas de género con todas las de la ley.
Esto nunca impedía la curiosidad del adolescente por esas otras obras elusivas y misteriosas - en un contexto de mucho cine de superacción – también reveladoras de todo un mundo y de otras formas de gozar aquel arte en movimiento. Desde entonces y hasta el día de la fecha, en mi vida y, supongo, en la de otros, Bergman y Antonioni continúan conviviendo con Carpenter, De Palma, Rohmer, Ozu, Marker, Eastwood, Kar Wai, Mann: todos en alegre y sabrosa ensalada completa.
Qué lástima esa imposibilidad de reemplazar la conjunción disyuntiva "o" por la copulativa "y".
No hace mucho vi "Good Men, Good Women", de Hou Hsiao-hsien, y pensé que éste era el cine político que me gustaba ver, porque - sin dejar de establecer su posición - no te limitaba a su línea y permitía una apertura a distintas voces y experiencias de hechos históricos dilemáticos (simplificando: la lucha de idealistas taiwaneses en China contra la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra, y su represión al volver, sospechados de comunistas por el kuomintang). Con relatos en distintos tiempos, con momentos de "film dentro del film", generando algo así como una empatía minimalista hacia los personajes - marca de fábrica de este director - que no impedía la distancia para apreciar el cuadro en su conjunto, y con otros recursos de la gramática del cine.
¿Cómo contaría esto un Costa Gavras?: sin duda más al gusto de Feimann, pero sería otro film.
Una última cuestión: resulta un poco descarado titular la nota "John Ford elige la barbarie", haciéndole decir al artista lo que el articulista necesita que diga para validar su propia ideología.
Para mí, Ford no era "un hombre complejo, tramado por las contradicciones", sino uno muy interesantemente ambiguo, que desplazaba su centro de gravedad de John Wayne a James Stewart, y de ahí a Lee Marvin (Liberty Valance, claro).
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(1) Diviértanse: Ranni, haciendo de represor que en el ´83 queda sin laburo porque llegó la democracia (!), vuelve a su pueblito, y su madre, que quiere saber por donde anduvo todos esos años, recibe un inolvidable "preguntás demasiado" (! !).
Films citados o aludidos:
"Últimos Días de la Víctima”, de Adolfo Aristarain, 1982;
“En Retirada”, de Juan Carlos Desanzo, 1984;
“El Ocaso de los Cheyennes”, de John Ford, 1964;
“El Halcón y la Flecha”, de Jacques Tourneur, 1950;
"El Pirata Hidalgo", de Robert Siodmak, 1952;
"Good Men, Good Women", de Hou Hsiao-hsien, 1995;
“El Hombre que Mató a Liberty Valance”, de John Ford, 1962;
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Hola Pablot! te mando un video que es sencillamente maravilloso!
ResponderBorrarFeinmann en una nota que realizó un amigo que trabaja en Clarín (el pobre está peor que nosotros!) en la cual lo entrevista en la feria del libro (me muero!).
Feinmann había ido a visitar a un amigo que allí iba a exponer y terminó atrapado en esta especie de cámara oculta (parece que no notó que lo estaban filmando, o no le importó, yo creo)
LA VIDA MISMA! Ahí habla de su crítica a Bergman y Antonioni! jajajajajaja! genial!
Feinmann
http://weblogs.clarin.com/camara-libre/archives/2008/04/post_40/#comments