1985.
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Habíamos ido al Grand Splendid a ver “Ladyhawke”, una de aventuras medievales dirigida por Richard Donner.
O, mejor dicho, algunos amigos, nunca renuentes a un Fassbinder, a un Herzog o a un Carpenter en la cinemateca, fueron arrastrados por mí hacia la avenida Santa Fe (¡territorio de burgueses!), a ese cine hoy R.I.P. y mal resucitado como librería.
O, mejor dicho, algunos amigos, nunca renuentes a un Fassbinder, a un Herzog o a un Carpenter en la cinemateca, fueron arrastrados por mí hacia la avenida Santa Fe (¡territorio de burgueses!), a ese cine hoy R.I.P. y mal resucitado como librería.
La verdad es que no me daba vergüenza admitir que “La Profecía” o “Superman”, las anteriores películas de este hábil artesano (1), me gustaban mucho, tanto como las posteriores “Goonies” o la primera “Arma Mortal”.
Lo cierto es que logré que me acompañaran invocando la razón enciclopedista: que había que ver de todo para poder comparar, que no sólo de films polacos o checos vivía el hombre, que había cine fuera del Cosmos o del S.H.A.
Lo cierto es que logré que me acompañaran invocando la razón enciclopedista: que había que ver de todo para poder comparar, que no sólo de films polacos o checos vivía el hombre, que había cine fuera del Cosmos o del S.H.A.
Se apagaron las luces, se inició la proyección, nos repantigamos en nuestras respectivas butacas de pana – las más cómodas en esa época – y, unos más, otros menos, decidimos entregarnos al disfrute.
Con la ayuda de fuerzas oscuras un obispo malvado hechizaba a Rutger Hauer - nuestro replicante favorito - y a Michelle Pfeiffer, convirtiéndolos a ella en halcón durante el día, y a él en lobo por las noches; todo para que los enamorados no coincidieran nunca al mismo tiempo como humanos.
Mantos, monasterios, panorámicas, galopes y música de Alan Parsons, poco para ser bizarro e insuficiente para el bronce académico.
Con la ayuda de fuerzas oscuras un obispo malvado hechizaba a Rutger Hauer - nuestro replicante favorito - y a Michelle Pfeiffer, convirtiéndolos a ella en halcón durante el día, y a él en lobo por las noches; todo para que los enamorados no coincidieran nunca al mismo tiempo como humanos.
Mantos, monasterios, panorámicas, galopes y música de Alan Parsons, poco para ser bizarro e insuficiente para el bronce académico.
Igual te iba enganchando.
Y eso que era cantado al minuto diez que el embrujo iba a quebrarse cuando enfrentaran al susodicho obispo durante un eclipse, o sea, cuando no hubiera noche ni día. Pero como siempre, importaba el camino a recorrer; más un joven Matthew Broderick en plan ladronzuelo, ayudante del héroe y comic relief.
El relato fluía, estábamos expectantes porque el montaje paralelo acercaba cada vez más al bueno y al malo para la batalla final, mientras la banda de sonido preanunciaba la inminencia del desenlace, cuando...
Se empezó a ver mal.
Borroso, ¿cómo era posible, en estos cines caros?
Como en las viejas copias de las películas mudas de Buster Keaton que solíamos rever, increible.
Y eso que era cantado al minuto diez que el embrujo iba a quebrarse cuando enfrentaran al susodicho obispo durante un eclipse, o sea, cuando no hubiera noche ni día. Pero como siempre, importaba el camino a recorrer; más un joven Matthew Broderick en plan ladronzuelo, ayudante del héroe y comic relief.
El relato fluía, estábamos expectantes porque el montaje paralelo acercaba cada vez más al bueno y al malo para la batalla final, mientras la banda de sonido preanunciaba la inminencia del desenlace, cuando...
Se empezó a ver mal.
Borroso, ¿cómo era posible, en estos cines caros?
Como en las viejas copias de las películas mudas de Buster Keaton que solíamos rever, increible.
Aguardé un minuto con la esperanza de que el proyectorista corrigiera el defecto, pero nada.
Y la gente, malditos conformistas, ¿no se daban cuenta que estaba todo desenfocado?
Nadie acompañó mis gritos de "¡ foco !", "¡ foco !" dirigidos a la cabina de proyección.
Sólo se limitaban a observarme con embarazo. Hasta mis amigos.
No me amilané: "¡ vamos, fooocoooo ! ,"¡ arreglen el foco, hijos de... !"
Una leve presión en el brazo por parte de mi compañero de butaca intentó tranquilizarme, como si estuviera loco, lo que aumentó mi perplejidad.
Pensaba: nosotros, puristas, devotos de ver cine en condiciones óptimas, normalmente intolerantes con la desidia en la proyección, ¿por qué soportábamos esto tan sumisos?
Finalmente, esperando en vano voces enérgicas que se unieran a mi protesta, terminé callando, acumulando rencor, desinteresado del film que ya estaba concluyendo.
A la salida, enojado hasta el ostracismo, evitaba hablar con quienes me habían traicionado.
-¿Qué te pasó, Pablot, que te pusiste como una cabra? - intentaron acercarse.
Exploté.
-¡¡Hipócritas!!, ¡¡ por menos de esto en la Hebraica hubieran roto las butacas, trompeado al proyeccionista y pedido que les devolvieran la poca plata de la entrada !!; ¡¡ pero acá, en zona concheta, les da verguenza y se terminan bancando media película en una copia defectuosa totalmente fuera de foc....!!
Fue un segundo, girar la cabeza y darme cuenta; notar que a la vereda de enfrente no la estaba viendo tan nítida, que apenas podía distinguir las letras chicas de los múltiples afiches de próximos estrenos, que el contorno de las cosas a media distancia me eran esquivos.
Y la gente, malditos conformistas, ¿no se daban cuenta que estaba todo desenfocado?
Nadie acompañó mis gritos de "¡ foco !", "¡ foco !" dirigidos a la cabina de proyección.
Sólo se limitaban a observarme con embarazo. Hasta mis amigos.
No me amilané: "¡ vamos, fooocoooo ! ,"¡ arreglen el foco, hijos de... !"
Una leve presión en el brazo por parte de mi compañero de butaca intentó tranquilizarme, como si estuviera loco, lo que aumentó mi perplejidad.
Pensaba: nosotros, puristas, devotos de ver cine en condiciones óptimas, normalmente intolerantes con la desidia en la proyección, ¿por qué soportábamos esto tan sumisos?
Finalmente, esperando en vano voces enérgicas que se unieran a mi protesta, terminé callando, acumulando rencor, desinteresado del film que ya estaba concluyendo.
A la salida, enojado hasta el ostracismo, evitaba hablar con quienes me habían traicionado.
-¿Qué te pasó, Pablot, que te pusiste como una cabra? - intentaron acercarse.
Exploté.
-¡¡Hipócritas!!, ¡¡ por menos de esto en la Hebraica hubieran roto las butacas, trompeado al proyeccionista y pedido que les devolvieran la poca plata de la entrada !!; ¡¡ pero acá, en zona concheta, les da verguenza y se terminan bancando media película en una copia defectuosa totalmente fuera de foc....!!
Fue un segundo, girar la cabeza y darme cuenta; notar que a la vereda de enfrente no la estaba viendo tan nítida, que apenas podía distinguir las letras chicas de los múltiples afiches de próximos estrenos, que el contorno de las cosas a media distancia me eran esquivos.
Luego de pruebas y contrapruebas ad hoc (autos, señales de tránsito, pantallas televisivas, grupos de personas caminando a lo lejos), no cabía duda: me había llegado al hora de pensar en dioptrías.
En los días posteriores estuve muy tentado a reflexionar sobre varias cuestiones. Por ejemplo, acerca de cómo prejuzgamos a partir de asumir como correcto un único punto de vista, y la manera en que ese sentimiento impide empatizar y construir vínculos sólidos; también acerca del filósofo Berkeley y su "ser es ser percibido"; más otros etcéteras intelectualmente desafiantes.
Pero no hice nada de eso; .me llamé a silencio, asumí mi miopía, y desde ese entonces ando con lentes por la vida.
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(1) Término levemente despectivo con el que la cinefilia “exquisita” diferencia al director competente del auteur.
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"Ladyhawke", de Richard Donner, 1985
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Films citados:
(Todos dirigidos por Richard Donner)
"La Profecía”, 1976;
“Superman”, 1978;
“The Goonies”, 1985;
“Arma Mortal”, 1987.
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Habiendo estado en el cine de marras durante la mentada proyección, estoy tentado a aplicar la técnica de usada por Kurosawa en Rashomon.
ResponderBorrarIra, confusión, fueras de foco.
No recuerdo nada de eso.
Esa fue la noche en que me enamoré de Michelle Pfeiffer y nada más ha quedado en mi memoria.
Eso tiene un nombre, Rody: memoria selectiva.
ResponderBorrarTengo una parecida. Estaba en el Cosmos. Proyectaban "Saraband" (Ingmar Bergman, 2003). Los espectadores nos devorábamos la peli. ¡Que intensidad! ¡Que actores! ¡Que manera de filmar!
ResponderBorrarEn una escena, Marianne (Liv Ullmann), contempla a su ex marido.
Se suceden los segundos y ella no le quita sus preciosos ojos de encima.
Me resulta increible lo mucho que el director nos cuenta con solo el silencio.
¡Qué profundo!- pienso admirado mientras ella permanece en identica actitud.
De pronto alguien grita ¡Foco!
¿Queeeee?
Si, la proyeccion se habia trabado.
Prendieron la luz e hipocritas, descubrimos que habiamos estado viendo la peli congelada durante tres minutos, creyendo que era una muestra mas "del verdadero cine"
-La verdad es que ya era demasiaaaaado lenta- confese sonrojado a una chica que estaba a mi lado.
Hay una de los 70´s: "Two Lane Backtop" (peli de carretera con pizca de existencialismo), cuyo final es la propia cinta del film quemándose.
ResponderBorrarLa ví en la tele el año pasado - es medio "de culto" - y, aunque el efecto está muy fechado, no dejé de imaginar la perplejidad qué pudieron haber experimentado los espectadores en los cines baratos en donde, seguramente, se estrenó.
Muy buena la anécdota, Manu, y una recomendación: por las dudas, no veas ninguna de Sokurov, cuyo ritmo, por comparación, va a reposicionar en tu cabeza a Bergman como director de videoclips.
Que buena anécdota Pablo! Y la de Manu también. A veces pasa que uno ve una escena estática y piensa: debe ser así… Como cuando en un negocio hice una fila atrás de una persona durante 10 minutos, hasta que descubrí que era un maniquí. Tal vez no haya que tener tanta paciencia.
ResponderBorrarTambién recuerdo un cine de Miramar donde se proyectaba una película que no parecía ser para chicos (yo había ido con mis hijas), y pensé: "Tengo que darle tiempo a que se desarrolle antes de juzgar” Y no me levantaba pero las escenas iban subiendo de tono. De pronto el tipo del proyector se asomó al público desde arriba diciéndonos que se equivocó de película, y que lo esperemos media hora a que traiga la otra, que habia quedado en su casa. Me acuerdo que pensé: Uy, entonces no siempre tienen razon los demas, de vez en cuando percibo bien la realidad.
Y con respecto a los lentes, Pablo, yo todavía no pude aceptar mi realidad y sigo comprando solo libros con letras grandes...
Beso. Carla
Carla D (alias anônima):
ResponderBorrarBuenooo...gracias: tu anécdota en un cine de Miramar me trajo a colación todo un subgénero de mi cinefilia adolescente.
Esos veranos invocaba una lluvia permanente para ver películas ad eternum y eludir la espantosa homogeneidad étnico-playera.
Allí, en “la ciudad de los niños” conseguía ver las “prohibidas para menores de 18” ( mi orgullo pavote durante el año).
Finalmente, fue en ese lugar donde experimenté mis primeros Viscontis, Ferraras, Allens, Bruces Lees y - confieso que he vivido – “Quiero llenarme de ti” con Sandro.
Beso.