miércoles, 26 de mayo de 2010

El mundo según Polanski

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Hay un tono, una cuerda particular que parece pertenecerle sólo a Roman Polanski. Algo así como una atmósfera siniestra levemente encubierta por rutinas cotidianas o por interacciones de dudoso urbanismo.
La visión del mundo que se desprende de sus películas es todo menos optimista, en concordancia con una biografía que incluye la pérdida de su madre en un campo de concentración y la de su esposa embarazada a manos del Clan Manson.
No obstante, la vía del absurdo apenas deja entrever los infiernos subyacentes.
(Pienso en los vecinos solícitos de El bebé de Rosemary, en los aplausos que animaban el suicidio de El Inquilino, y hasta en la tarea inútil de recoger hojas que irremediablemente seguirán dispersándose por acción del viento, un perturbador apunte lateral de El escritor oculto).






















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Ese rasgo estilístico propio persiste, pero un importante matiz viene afianzándose en sus últimos films. Si anteriormente resultaba arduo discernir si la amenaza era efecto de la psiquis del individuo paranóico (Mia Farrow y el mismo Polanski en los primeros dos títulos mencionados, la pobre Catherine Deneuve en Repulsión) o provenía de un afuera, ahora no caben dudas de que el miedo es consecuencia de las políticas que tiñen al mundo/tablero donde nos movemos.
El pianista, tomando el tópico del judío culto que va sobreviviendo a los avatares del nazismo, ejemplifica este principio constructivo; pero El escritor oculto , despojado de solemnidad oscarizable, es muy superior.
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Porque, en un upgrade de thriller de Hitchcock, posibilita la reaparición de un humor sarcástico (elegante pero brutal) que refiere con escepticismo al estado actual del mundo mientras, en simultáneo, personajes y peripecias seducen y atrapan respectivamente.

Cuando el protagonista innominado acepta redactar las memorias del (Tony Blair ficcionalizado) ex ministro inglés Lang, interrumpidas por el supuesto suicidio del escritor anterior, y se aloja para ello en la isla donde se encuentra el bunker del político, el laberinto y la conspiración quedarán establecidas como figuras del relato.
La inminencia de que, en el fuego cruzado de revelaciones criminales, políticas y maritales, algo terrible va a pasarle a nuestro héroe, articula una trama sólida que va desplegándose de a poco, sin golpes sonoros para despertar al espectador ni inverosímiles giros dramáticos disimulados por la típica cámara espástica del 90% de los thrillers actuales.
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Suman también las cuidadas composiciones panorámicas de espacios abiertos eternamente ventosos que, por su sola existencia, demuestran que no es necesario cerrar el plano sobre el personaje para generar un efecto de encierro o claustrofobia. Y una banda de sonido de ribetes hermmannianos que supura adrenalina.














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Un detalle cualitativo nada menor: la incorporación de los adminículos tecnológicos en función de lo dramático y del suspense. Por lo general, celulares, computadoras y cámaras de vigilancia se utilizan para dar a muchos films un touch de modernidad meramente escenográfica, para deslumbrar con fuegos de artificio (los gadgets Bond) o, cuando no, para cerrar deux ex machina una situación que no cierra ni a palos (ej: estoy por morir acribillado en Brooklyn y me salvo gracias a que cámaras ''interconectadas'' ubican al jefe del gang asesino en Johannesburgo).
Nada de eso ocurre aquí. El GPS que guía al protagonista hacia una pista clave es casi un personaje secundario; la lógica del googleo no es caprichosa (vemos, pantalla tras pantalla, los resultados parciales de una búsqueda razonable); el vibrar del celular mantiene en vilo, llamar y quedar registrado juega en contra.

Leyendo algunas críticas (y, pfff, dejando de lado el barullo mediático sobre Polanski persona), me llama la atención que relacionen El escritor...con North by Northwest, cuando salta a la vista que si hay un film de Hitchcock al que remite es a Rebecca.
Vamos, que Ewan McGregor aquí no hace de Cary Grant sino de Joan Fontaine.
















Al igual que ella, carece de nombre propio y llega a la mansión para suplantar en el rol a quien murió ahogado en circunstancias no muy claras.
Más: él no tiene las llaves que abren el cajón que guarda las memorias de Lang, como ella no tenía el derecho de abrir el armario de Rebecca.
En definitiva, ambas películas se articulan alrededor de un muerto al que no vemos nunca pero que condensa el misterio y atrae al protagonistas a convertirse en él (en algún caso con letal éxito).
Es más evidente en la de Hitchcock, pero la de Polanski también es una flor de novela gótica con caserones, personajes sombríos y senderos tenebrosos, sólo que travestida con el ropaje de la modernidad.




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Dentro del adecuado casting, una Olivia Williams bella e intrigante -estuve a un tris de enamorarme de ella en Rushmore- deja en claro que su personaje no se agota siendo la mujer de.
Como Hillary Clinton, como Lady Macbeth.
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2 comentarios:

  1. Excelente crítica de este excelente film, Pablo! La forma en que dialoga con Rebecca no la había percatado. Gracias por le referencia!

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  2. Parece que te pegó fuerte la de Polanski. Tengo muchas ganas de verla, lamentablmente no está para bajar.
    Si hasta voy a tener que ir al cine y todo!

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