miércoles, 20 de enero de 2010

Let

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Por: Sebastián Elvino


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(Sobre Let the Right One In, Tomas Alfredson, Suecia, 2008)
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Oskar es un chico de 12 años que vive solo con su mamá, divorciada, en un departamento en los suburbios de Estocolmo. El escenario principal es un juego de plaza, frente a la casa de Oskar, donde conocerá a Eli, una nena de su edad que se mudó al departamento de al lado.
El director presenta a Eli inmediatamente como a un personaje al cual le sucede algo extraño, aparentemente está enferma, pero no se mueve, ni luce, ni huele del todo como un ser humano.
Oskar tiene problemas para relacionarse: padece constantes agresiones por parte de sus compañeros de escuela. Llega a fantasear con asesinarlos, y Eli podría ser parte de esta solución. Eli, aunque es real, parece provenir de las fantasías de Oskar, representa una excusa, un justificativo habilitante de los instintos violentos de un niño. Pero Eli es principalmente una nena que quiere ser amada y aceptada, igual que Oskar.
También Eli es un canal de escape, da paso a la fantasía tan común en un niño de convertirse en un superhéroe o un monstruo temible, para poder escapar de sus problemas. Y los tiene de sobra: está solo, su papá cambió a su mamá por un muchacho (esto está sutilmente sugerido y es una escena genial), sus compañeros de escuela quieren asesinarlo, y para peor: se enamora de una nena vampiro.
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Un dato sacado de IMDB: cuentan que en la novela original, Eli era en principio un varón y fue castrada por el vampiro que la inició.
Este dato justifica varias elecciones estilísticas del director: los personajes andróginos, la homosexualidad del papá, que Eli se meta desnuda en la cama de Oskar y le diga “yo no soy una chica” y a Oskar no le pase naranja. Y es que los vampiros no tienen sexo ni sexualidad, y mucho menos los que tienen apenas doce años. Pero Eli tiene una ventaja: hace 200 años que tiene 12. Y se nota: hay cosas que ella sabe resolver con agilidad y Oskar no. Cuando ella descifra en pocos segundos el complejo cubo de colores es una magnífica metáfora.
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Algo que sí saben estos dos chicos es cómo confiar en el otro, cómo quererse y acompañarse y cómo enternecer sin cursilería.
Y algo que sí supo lograr el director es contar una bellísima historia de vampiros sin recurrir a adolescentes de casting tipo boyband, ni emos, ni reminiscencias al Gothic Rock o al New Romantic que tanto hemos visto en los ochenta.
Hablando de los vampiros de los ochenta, me acordé un poquito de El Ansia, una peli bien hitera con David Bowie, Catherine Deneuve y Susan Sarandon, en la que el problema central es envejecer, y no tanto encontrar alguien a quien amar.
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3 comentarios:

  1. Me parece un relato magnifico, a tal punto que me dan ganas de ver la peli ahora, las historias de amor de los que quieren ser amados no tienen nunca personaje con edad, como los vampiros en general, ni son tan pares tampoco, solo los que no hemos buscado con desesperación hemos ancontrado grandes amores, casi cinematográficos, y vos, Sebas, sabes bien de que hablo, por eso te quiero tanto, querido amigo mio.
    Sergio.
    P.D. Pablo, si querés podés leer el comenario.....ja jaja ja jaja !!!!

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  2. Ví la película ayer con el amigo Bruno S. y hoy me doy cuenta que me va gustando cada vez más.El relato de un niño solitario buscando un amor que sabemos es imposible, la serenidad, la oscuridad y ambigüedad de la trama me fueron cautivando in crescendo, como esos paisajes nevados tan bien retratados y musicalizados.Todas las piezas de la película van encajando perfectamente y sin abusar de la sangre, infaltable en una película de vampiros, culminan en una clásica y exquisita historia de amor.Saludos.
    Tomás Lunaria.

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  3. No sé muy bien por qué, pero desde ayer, con la muerte de Salinger, volví a pensar en Oskar, acaso imaginándolo un hermanito nórdico de Holden Caufield frente a unas pulsiones internas que no puede decodificar, y soportando los embates de un afuera que lo agrede.
    El afecto (idealizado) de Oskar hacia Eli, la chica que no es chica, y la devoción de Holden hacia su hermanita Phoebe, les permite sostener, respectivamente, todo un mundo.

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