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Antichrist de Lars von Trier reclama ser tratada con seriedad. Para eso decide hablar de Grandes Temas, pero fracasa al hacerlo de un modo solemne y al priorizar el símbolo por sobre la sugerencia.
Hay alegoría bíblica, referencias psicoanalíticas, arquetipos en lugar de personajes, todos ingredientes vertidos en cantidad necesaria y espolvoreados con imaginería brujeril del Siglo XVI, (poca) música muy sublime y una dedicatoria a Andrei Tarkovski, que siempre prestigia.
La extraña mezcla de esos elementos - previo “on” de la licuadora von Trier – deviene en una argamasa seudo profunda que podríamos llamar
“Lo que está Más Allá del Entendimiento del Espectador”.
Una lástima, porque si no tuviera tantas ínfulas podría disfrutarse como una auténtica clase “B”, la siguiente película de una sesión continuada que incluyera, por ejemplo, Grindhouse de Tarantino/Rodríguez.
Bien, del dicho al hecho y pochocho en mano, decidí volver a verla desde ese punto de vista. Y, confieso: silbando, aplaudiendo y tirándole pochoclos a la pantalla, la pasé mejor.
Les cuento la experiencia (y el film).
Desde el lunes, en 4 capítulos sucesivos.
¡No se los pierda!
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