(WARNING!!!: post escrito bajo influencia de alta subjetividad y fuertes idealizaciones)
Es difícil admitirlo, y hacerlo me provoca un sonrojamiento digno de un romántico del siglo XIX, pero ¡diantres!, seamos honestos con lo que sentimos (al menos un ratito y en zona “protegida”), digámoslo de una vez:
Cada día estoy más enamorado del amor.
¿Qué significa esta frase?, ¿qué vivo embelesado y me llevo las paredes por delante?. Bueno, no, no es eso, más bien describe una sensación que me viene acompañando hace unos cuantos meses: una profunda embriaguez en el corazón ante la detección – o intución – de amores más grandes que la muerte.
Síntomas: una leve presión en el pecho, un suspiro inesperado, lagrimales prestos al desborde, deseo de vivir dentro de una novela de Emily Brontë, empatía total con quienes no cejan en su búsqueda de un “amor ideal” (¡ya estoy hablando de nuevo de Las Señoritas de Rochefort!).
Dicho esto quiero agregar que me emociona, me obsesiona, me conmueve profundamente el amor que profesa Agnes Varda por Jacques Demy. Su evocación es constante y - sólo destacando lo cinematográfico -, filmó 3 (¡tres!) películas sobre él y su obra.
Sus vidas, además, parecen páginas gemelas que se hiperlinkean, remitiéndose una a la otra. Ambos cineastas, paridos por la nouvelle vague además, artistas plásticos, fotógrafos y viajeros, vivieron 32 años juntos hasta la muerte de Jacques en el ´90.
Éste es exactamente el lugar desde el que me cautivó Les Plages d'Agnès.
Todo lo que escribí en el post anterior, por supuesto, está, y vale engancharse con el desborde creativo de Agnes a los 80 años, pero para mí – recuerden que vengo sensible - la magia del film reside en su melancolía, en la añoranza del amor de una vida, en su capa de tristeza.
Considerada como un todo, la propia Les Plages… constata en forma arrebatadoramente romántica (en el sentido más crepuscular del término) el hecho de que, en ausencia del único que podría filmar a Agnes en forma tan igualmente amorosa como ella lo hizo con él en Jacquot de Nantes, en el documental sobre Las Señoritas…, o en El Universo de Jacques Demy , no había otra opción que este solitario y personal autohomenaje que tributa a su propia vida.
Está bien, admito que contaba con datos previos a la visión de esta obra y que no pude soslayarlos; sin embargo, muchas secuencias abonan esta lectura.
Entre performances y video instalaciones asisitimos a una que resignifica tanto el concepto de duelo como la asunción de la viudez: vemos un panel gigante divivido en más de diez pequeñas pantallas, cada una con una viuda hablando de su esposo, y si el visitante desea escucharlas se sienta en las distintas sillas dispuestas alrededor y se coloca el casco con el audio respectivo.
Agnes, la única en las pantallitas sin correlato de sonido, nos propone con esto vivenciar las distintas soledades y la convivencia con un espacio personal vacío (y ontológicamente imposible de llenarse).
Otro momento en la misma melancólica dirección surge cuando, revolviendo en una feria callejera, encuentra en una vieja colección de fichas biográficas la de ella y la de Jacques; las separa, las compra, y dice a cámara: "Hubo una época en que, además de ser fichas, eramos personas"
Varda compartió con Demy familia y códigos - que no siempre respetaban - tales como la no interferencia de uno en el arte del otro, o la discreción en las visitas mutuas a los sets donde cada uno filmaba.
En el documental El Universo... - uno de los homenajes de Agnes apenas murió su amado -, puede entreverse lo que generaba la química de su convivencia.
Por ejemplo, la manera en que un episodio equis de uno reverberaba en la vida del otro con efectos prácticos.
(Cuando, por el éxito internacional de Los Paraguas de Cherburgo, a Demy lo convocan a Hollywood, toda la familia se desplaza a Los Ángeles, y esto provoca su inmersión en la cultura pop de los 60´s y un cine militante de Agnes, que registra en cortos y mediometrajes marchas feministas, el clima contra Vietnam, la irrupción de los Black Panthers, ¡y hasta una prueba de cámara a un ignoto Harrison Ford!).
(O cuando en el ´62 para la premiere en Cannes de la película de ella Cleo de 5 a 7, él, que la acompaña, toma contacto por primera vez con las mesas de ruleta y, a consecuencia, resuelve filmar la adicción al juego en Bay of Angels).
También cómo algunos temas parecen replicarse en las dos filmografías.
(Argelia como horizonte de tormenta para el soldado francés de los 60´s: en Cleo ..., en Los Paraguas…, inclusive en Las Señoritas…)
O cómo una broma entre ellos resultaba la génesis para una nueva película.
( Agnes, próxima a parir un hijo de ambos:
- "Si ustedes, los hombres, pudieran quedar embarazados, se portarían diferente con nosotras”.
- "Sólo espera. Te mostraré” – replica Jacques.
Resultado: Un Hombre en Estado Interesante.
(Un bodrio con Marcello Mastroianni y Catherine Deneuve – tantas veces su princesita – , que vi a mis 15 años en el Lorange, sin saber aun cuánto iba a apreciar el cine de este director, y amar sus Señoritas de Rochefort.))
Obvio la enumeración en forma detallada referente a la circulación de los hijos de la pareja delante o detrás de las cámaras en distintos roles: Rosalie vestuarista, Mathieu actor (siendo posible rastrear su crecimiento biológico progresivo). O cómo Ciné-Tamaris, a la sazón la productora de Agnes, prácticamente sólo produjo obras de ambos.
Y aun podemos seguir sorprendiéndonos con estas idas y vueltas de la realidad a la ficción contaminada y viceversa.
En Jacquot de Nantes - la bellísima narración de la infancia de Jacques, finalizada un poco antes de su muerte -, a las personas que salían en los films de Demy, Agnes los pone como extras.
En El Universo... Varda muestra la ceremonia por la cual se bautiza a una calle "Jacques Demy", en Las Plages... asistimos a la inauguración de una "Agnes Varda".
Etc.
Me gusta pensarlos confabulados en una batalla para que TODO hable de ellos dos.
Agnes, por lo visto, no claudica en la tarea.
(suspiro...)
Puntaje: 9
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