Si solamente la consideráramos una de guerra, ya podríamos hablar de un Willard encontrando la irracionalidad asesina de un Kurtz, colectivamente encarnado por militares israelíes y milicianos cristianos.
Si nos conformáramos con etiquetarla - leí un rótulo nuevo ayer - como "documental de animación", podríamos filiarla cerca del Linklater de "Waking Life", y hacer un link con "A Scanner Darkly", lo cual nos depositaría en la autopista Phillip K Dick, ideal para rubricarla como pesadilla de la mente.
Sin embargo, al verla, no pude dejar de pensar en Borges y en Bioy: el personaje alter ego del director inicia una investigación, un whodunnit policial para dilucidar quienes son los asesinos de los campos de refugiados de Sabra y Chatila y cuál es su responsabilidad personal en todo esto. Su única pista, la que lo moviliza a investigar qué pudo haber pasado 20 años atrás, cuando haciendo la tzavá fue enviado al Libano, es una pesadilla recurrente con perros persiguiéndolo.
Por supuesto, el narrador y sus compañeros de entonces, y Sharon y los falangistas libaneses, todos terminan resultando culpables: algunos por ejecutores y otros, como los israelíes (entre los que se cuenta el protagonista del film), por dejar hacer.
"Waltz with Bashir" parecería ser la terapia que elige Ari Folman para poder empezar a hablar de ciertas cosas que suelen no quedar bajo la alfombra (por más que las barramos allí una y otra vez).
Puntaje: 7
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El tono onirico y la musica le dan un climax notable. Pero la forma en que retrata la masacre, y el rescate de una palabra tan importante como “la memoria”, la hacen de vision indispensable.
ResponderBorrarJustamente ayer, el dia en que se conmemoraba por la “memoria” en Argentina, me vi Tony Manero y WwB. Que casualidad.