martes, 10 de febrero de 2009

Button versus Titanic, versus Gump y versus Barthes



Button vs Titanic

Uno de los “ganchos” de "El Curioso Caso de Benjamin Button" es, supuestamente, su condición de historia de amor inserta en una trama de género fantástico, el asunto es que en ningún momento produce empatía hacia los enamorados ni solidaridad por sus sentimientos. Pecado capital en una love story.


En “Titanic”, en cambio, cada vicisitud externa (del barco al iceberg), social (los pisos del barco y sus correspondientes niveles sociales), e interna (cómo los protagonistas procesaban lo que les iba pasando), nos solidariza con la pasión amorosa de los personajes de Di Caprio y Winslet, queremos que permanezcan juntos y que no les pase nada, ¿por qué?.
Respuesta: por el nervio narrativo de Cameron, por su ambición épica, por la manera en que nos hace partícipes de la química in crescendo que va construyendo la pareja en el transcurso de la historia.

Con las figuras de Button y su amada, Fincher no lo logra.
Aun cuando la música nos presione a imaginar que viven la gran pasión.
Son muñequitos circulando en un fondo de paneles con dibujos de ciudades y épocas que van cambiando arbitrariamente, sin evolución, sin aprender o desaprender nada. Aburren.

Button vs Forrest Gump

El marketing intenta asimilarlas y, es cierto, “la vida como caja de bombones” es un concepto tan mullido, conservador y reaccionario como el de “las cosas son como son”, e inclusive la plumita flotando en el viento equivale bastante al colibrí alegórico del film que nos ocupa.


Sin embargo, en las aventuras de Forrest Gump, historias particulares interactuan con la Historia y son influídas por ella. Frente al inexistente aliento político de “El Curioso Caso…”, "Forrest Gump" parece “Novecento” de Bertolucci.

Button vs Barthes

El semiólogo francés diferenciaba al texto de placer del texto de goce.
El primero es agradable y cómodo para nosotros, porque reconocemos lo que tiene dentro, porque nos da lo que estructuralmente posee por genética.
Ejemplo: en un western sabemos a priori que sus peripecias van a culminar con el enfrentamiento entre el protagonista (el “bueno”) y su némesis (el “malo”), y todo nos prepara para asistir a ese duelo, que es ineludible por convención genérica.
El texto de goce, en cambio, nos pone frente a algo que está poco o nada codificado, que nos sacude de lo esperable para demandarnos un rol intelectual o emocional más activo, puesto que no hay aquí una estructura predigerida sobre la que apoyarse. Esto nos tensiona, incomoda (pero también fascina)[1].
Un ejemplo literario que siempre me carcomió: ¿qué habrán sentido, en 1922, los primeros lectores de ese complejo artefacto joyceano llamado “Ulises”[2].

Un cruce entre ambos tipos de texto podría ser “Terciopelo Azul”.
¿Es un thriller en el que podemos reconocer lo típico del género?
Sí, está el crimen, la femme fatale, el inocente que cae en redes non sanctas, etc, los elementos esenciales que vamos a buscar en esos relatos: puro placer.
Pero…¿no son puro goce esas alucinaciones, ese ambiente pútrido de normalidad en descomposición, ese pajarillo con una cucaracha en su pico socavando el happy ending?.

No hay placer ni goce en “El Curioso Caso de Benjamín Button”, nada de Volver al Futuro ni pizca de La Jetée, sólo un film rutinario, inflado, sin pasión y sin alma.


[1] Ejem, seamos precisos. “Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje”. (De "El Placer del Texto", 1973)

[2] Muchos estilos, monólogo interior, libre fluir de la conciencia sin una puntuación que nos ordene, más de 800 páginas relatando sólo un día de Stephen Dedalus en Dublín: todo eso y más es el Ulises de James Joyce.

Films citados:
“Titanic”, de James Cameron, 1997;
“Forrest Gump”, de Robert Zemeckis, 1994;
“Novecento”, de Bernardo Bertolucci, 1976;
“Terciopelo Azul”, David Lynch, 1986.
"Volver al Futuro", Robert Zemeckis, 1985;
"La Jetée", Chris Marker, 1962.

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3 comentarios:

  1. Esta analogía entre el cine de género con el texto de placer y el de goce con el cine experimental me sirve para entenderme un poco más y explicarme porque, por ejemplo, me seduce Terciopelo Azul y detesto Inland Empire.
    Un escritor, no mediocre, digamos meramente bueno, puede escribir un gran texto de placer, algo disfrutable y que valga la pena de ser leído.
    Como contraparte, sólo un genio puede escribir un texto de goce aceptable. Alguien que tenga algo nuevo para decir, una manera diferente de decirlo, pero por sobre todas las cosas una forma genial de hacerlo. De otra forma, siendo meramente bueno, no sólo el texto se hace insoportable, sino que el buen escritor se transforma en fatuo, pretensioso, pomoposo.

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  2. Muy bueno y muy interesante Pablo. Pienso seguir leyendo el blog, asi me avivo un poco.

    La tia Sara.

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  3. Rodi:
    "Leer" las películas de cárceles a la luz de Foucault puede ser muy productivo, tanto como ver un Lynch a la luz de un Zizek, o un film de Hitchcock a partir de las entrevistas que le hiciera Truffaut en su canónico libro.
    Todo vale, siempre lentes intereantes a través de los cuales ver, rever y, ¿por qué no?, intentar entenderse uno mismo.
    La cuestión es que, como un efecto cascada, tu comment azuzó las pocas neuronas vivas que a esta hora me iban quedando y me dio buenas ideas para un próximo post starring David Lynch.
    (Y sigo acumulando deudas...)

    Gracias.

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