sábado, 5 de febrero de 2011

La confrontación

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(Revisitando High Fidelity 10 años después )
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En el 2000, casado, con hijitos mellizos y un trabajo "estable", todavía podía identificarme con la problemática del inmaduro ombliguista que hacía John Cusack en la película de Stephen Frears. Su coleccionismo patológico, sus dilemas con las mujeres, sus amigos freaks, la necesidad de armar cada dos minutos un top five de lo más relevante de su vida: nada de eso me era ajeno y me hacía reir. Además, tenía la edad del personaje.

El fin de semana pasado planeaba un doble programa que comenzara por Uncle Boonmee who can recall his past lives y siguiera por Film Socialisme, "tanques" -en el sentido arty, claro- que seguramente estimularían mi glándula escrituraria. Pero la vida real, la necesidad de paliar un momento de malestar concreto que padecía mi hija, barrió con Apichatpong y con Godard en beneficio de compartir algo con ella; ahí volvió a emerger la comedia del ecléctico Frears.
Y no la pifié, la disfrutó mucho; el problema lo tuve yo: una angustia progresiva fue conquistando el territorio de mis recuerdos y la sonrisa dejó lugar a un rictus. ¿Qué había cambiado?
La película no, desde luego.
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Sigue siendo la historia de Rob, un treintón mezcla de Antoine Doinel con Woody Allen que elude asumir su crecimiento y vive culpabilizándose por sus fracasos amorosos. Dueño de una disquería vintage ("Vinilos de campeonato": increible razón social), comparte con dos empleados tan extemporáneamente adolescentes como él -uno tímido, el otro desatado- un perímetro mental angostísimo donde todo es susceptible de plasmarse en listas (las mejores cinco canciones sobre la muerte, las más adecuadas para un día lunes, etc).
El disparador del argumento y de la neurósis obsesiva de Rob es la partida de Laura, el ser abandonado. Por mucho que pueda gritarle desde la ventana que ella ni siquiera figura en su top five de rupturas más memorables, sabemos por regla genérica que al final volverán a estar juntos, y que High Fidelity va a narrar el viaje hacia ese buen puerto.
El camino toma una forma cuasi detectivesca: la narración en primera persona donde Rob intenta descifrar las razones por las que lo dejaron las cinco mujeres más significativas de su pasado.

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Lo que pensaba mientras la veía esta segunda vez: pocas películas describen el autismo del coleccionista en forma tan rigurosa.
Tener, clasificar, compensar las falencias relacionales definiéndote no por lo que sos o hacés sino por lo que te gusta consumir (en este caso, bienes culturales), para luego clasificarlo, jerarquizarlo, y hacerlo pasar por tu biografía.
Sí, una impostura socialmente aceptada en la que la música, los libros y las películas hablan por nosotros, suplantándonos; y en la que el mundo sólo éxiste si presta atención a nuestros problemas.
No hay nada romántico en esto, sólo egocentrismo.
Los monólogos de Rob acerca de su situación aparecen por generación espontánea y nos los descerraja mirándonos a los ojos, ya sea entre pilas de long plays sometidos a perpetuo reordenamiento, o al salir de su casa, en contrapicado.
Esta incapacidad de abrirse tiene un correlato en las limitadísimas coordinadas geográficas de su universo: la disquería, la casa, el club nocturno...
Justo lo que -veladamente- parece reprocharle la propia vitalidad de la bella e inteligente Laura: el estancamiento, el no salir de sí, el no asumir riesgos hacia una relación estable, el vivir confortablemente adormecido en la fantasía de sus listas.
De todos modos, deux ex machina mediante, la cosa se resuelve previsiblemente bien.



Pero detrás de toda la simpatía de High Fidelity, de sus líneas ingeniosas, de sus canciones para hacer babear ochentosos y su casting impecable -con John Cusack viniendo de Quieres ser Malkovich ?, Jack Black antes de congelarse en caricatura de sí mismo, y la danesa Iben Hjejle enamorándonos sin apelación posible-, encontré algo esta vez que me la desplazó de comedia a drama; y que no era intrínseco a ella.
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Lo que me inquietó fue la comprobación de que, a mis casi 50 años, muchas de las manías del protagonista me siguen calzando perfectamente, lo cual ya no me divierte, mas bien me preocupa un poco.
Hago listas, linkeo mi biografía con mi biblioteca o mis películas adoradas e intento imponer mi gusto como si fuera el canon de la excelencia. Soy soberbio, autoritario, inmaduro. Y, de cuando en cuando, ese agujero negro personal engulle al mundo exterior, mis responsabilidades sociales incluídas.
Esto no es un problema de tiempo completo, estimo, y no parece requerir medicación (de hecho, este blog es la medicación).

No obstante, antes de rever otra comedia, mejor me lo pienso un rato.
¿A qué me confrontaría hoy la filosófica Hechizo del Tiempo? Brrrrrrr.
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6 comentarios:

  1. No es para preocuparse, Pablito...nada que un prestigioso ateneo de psicoanalistas no puedan resolver, me parece...
    A mí me pasó lo mismo cuando volví a ver "El picnic de los Campanelli", y Osvaldo Canónico llegaba al evento con su camión atmosférico...es una imagen que me persigue.
    Pero así le fue al bueno de Don Osvaldo...y no hubo blog que lo salve.

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  2. ¡Qué enorme coincidencia, Andrés!
    ¿Sabés que a mi me pasa lo mismo? sólo que lo que me persigue a mi no es una imágen sino un olor, un olor que podríamos considerar canónico.

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  3. Pablo, me gustan mucho tus reviews cine-pseudo(?) autobiográficas. Ayer vi Gazon Maudit, quisiera que le dediques un espacio, a ver qué te parece...

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  4. Gracias, Agostina. La verdad es que no tenía ni pista de qué cosa podía ser Gazon Maudit, hasta que la googleé y ahora francamente me intriga, sobre todo porque a Josiane Balasko, su directora, la recuerdo de una vieja película donde hacía de amante de Depardieu. El tipo, casado con la bella y refinada Carole Bouquet la prefería a ella, vulgar y grotesca. El juego con los estereotipos era muy interesante.

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  5. ...¡já já já!... a mi tambièn me cayó el medio siglo sobre los hombros hace unos días y...(¡horror!)... sigo siendo 'aquel'...en fin...

    ¿Josiane Balasko no era la actriz (y directora, creo) de aquella película con Victoria Abril, en la que ella era la 'tercera en discordia'?... tendría que googlear... tiene un lejano parecido a Rita Terranova, si no recuerdo mal o no estoy loco...

    saint-jacob

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  6. ¡Uh!, ahora me doy cuenta que 'Gazon Maudit' es (creo) la que yo dije... I'm Brutus...

    saint-jacob

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