domingo, 16 de agosto de 2009

¿Pelota playera con garras? ¿bombas filosóficas?














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Si hay un eslabón perdido – en el sentido de poco conocido - en la dinastía de los alien que en la pantalla han sido, ese es el bicho de la super setentosa Dark Star de John Carpenter. Por varias razones: hacia atrás, por estar atravesado por una estética pop entre psicodélica y lisérgica (¡vean la foto!); hacia adelante, porque anticipa en cinco años, sólo que de un modo más juguetón, la amenaza del Alien en las entrañas de la nave espacial.

Ya vuelvo con esa alimaña de apariencia inofensiva, antes déjenme contarles de qué va este poco conocido Carpenter cosecha ´74:

Los barbudos astronautas de la Dark Star se dedican a destruir planetas para despejar caminos intergalácticos, mientras desde la tierra declaran estar orgullosos de “sus muchachos”, los felicitan, ponen banderas a media asta ante la muerte de uno de ellos, y les comunican que, lamentablemente, no pueden enviarles ayuda a causa de recortes presupuestarios.
Presenciamos sus rutinas: fumar, divagar, escuchar la música relajante que les provee la Computadora a cargo, enfrentar el dilema de la falta de papel higiénico y, esporadicamente, detonar bombas. Hasta que algo falla y todo, incluyéndolos a ellos, explota. The End.
( También “This is the end, my only friend, the end” porque, coherentemente, aquí en el espacio como en la mirada helicóptera de Martin Sheen en la posterior Apocalypse Now, el tema de los Doors podría reforzar la clara alusión a la hecatombe intervencionista de Vietnam, sugerida en el gradual aislamiento de los astronautas en terra incognita por el propio Congreso que los envió)

Por la mitad de la trama, hay que dar de comer al alien “mascota” (!).
Pero esa especie de pelota de plástico playera con garras no quiere tomar la sopa (!!), y empieza a esconderse por ahí, sin ánimo de volver a su reducto.
El sargento Pinback – rulo del rulo: Dan O´Bannon, guionista tanto de Dark Star como de Alien – intenta convencerlo: “Mira perrito, ¿quieres tu ratón de juguete?, ven, perrito…”(!!!), pero el maldito se le sube en la espalda, le hace cosquillas y se escabulle por los conductos de la nave.
Una situación naif que poco a poco se le va volviendo extremadamente difícil al astronauta, con peligros tales como avanzar por un borde sinuoso que da al vacío o terminar aplastado por un ascensor.

La otra gran invención del film es la pensante Bomba Nro 20.
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- ¿Cuál es tu primer objetivo en la vida?
- Explotar, evidentemente.

Esta Bomba, tan cercana a la computadora HAL 9000 de la 6 años anterior 2001, consigue parodiarla y a la vez trascenderla, puesto que no sólo es igualmente autónoma y potencialmente asesina de la tripulación a partir de una – supuesta - malfunction sino que, dialogando socráticamente con quien intenta desactivarla, logra que palpitemos una de las secuencias más explícitamente filosóficas de la historia del cine.
La Nro 20, intuitivamente convencida de su existencia (“Pienso, luego existo”), sale a la rampa e inicia el conteo para su explosión; el astronauta Doolittle intenta disuadirla argumentando que las evidencias que le revelan sus sensores podrían no ser correctas; ella, entonces, duda sobre su existir al comprender que cuanto sabe del mundo exterior le llega a través de conexiones eléctricas. Pero cuando la amenaza parece conjurada - ¿quién dijo que el suspense está reñido con las preguntas fundamentales de la fenomenología? – la Nro 20 concluye que Doolittle le estuvo dando premisas falsas y decide ignorarlo para realizar su Ser…

¡Lo único que existe soy yo! Al principio todo estaba oscuro y la oscuridad no tenía forma…y desde dentro de la oscuridad, ¡aparecí yo! Y separé las tinieblas y creé la luz…y vi que la luz estaba sola.

…que consiste en reventar.

¡Hágase la luz!

Con el parafraseo bizarro del Genesis bíblico o, mejor, con la puesta en acto del concepto nietzscheano de “voluntad de poder” que busca expandir su fuerza aun en detrimento de la propia existencia, lo cierto es que esta Nro 20, tan verosímil como Dios, es un gran personaje.

Y hay más en esta película de escaso presupuesto y duración, tan inteligente como profunda y divertida (no tiene por qué haber contradicción en los términos).




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No olvidemos que era la época en que comenzaban a descollar nuevos directores narradores que bebían en el estilo clásico de Ford, Hawks o Walsh, con personajes delineados a partir de la acción, montaje paralelo de situaciones para crear suspenso, e historias fuertes enmarcadas por géneros.
- Walter Hill en El Peleador Callejero (1973) dirigiendo a Charles Bronson en un relato de la Depresión;
- Brian De Palma despuntando a Hitchcock en Sisters (1973);
- el mismo Carpenter, apenas iniciándose y ya asomando aquí los pilares del estilo que terminaría de fijar en la hawksiana Asalto al Precinto 13 (1976).
¡Cuanta expectativa, cuanto puro entusiasmo generaba la visión de estas películas en los cines de estreno o cuando las volvíamos a rever en las cinematecas (independientemente de la calidad de las copias)!
Había, en general, más sustancia y menos packaging, ¿no?
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2 comentarios:

  1. Yo la verdad es que no la he visto. Y creo que por lo demás me he visto todo Carpenter. Sé que intenté acercarme a ella varias veces (el título me gusta) pero algunas críticas negativas (como que era demasiado de coña) me echaron atrás. Y ahí ando, sin verla

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  2. La verdad, Y encima se llamaba Alabama, que en vista de tu entusiasmo por Carpenter estaría bueno que hagas caso omiso de las reseñas negativas y la veas para sacar tus propias conclusiones. Lo mínimo que vas a llevarte es una visión más completa del corpus de este director que tanto nos gusta y la percepción de que todo lo que filmó después estaba, de alguna manera, zippeado aquí.

    Saludos.

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